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20.5.06

CRISTÓBAL COLÓN A 500 AÑOS DE SU MUERTE


Cristóbal Colón

El 20 de mayo se cumplen 500 años de la muerte del descubridor Cristobal Colón

El interés que suscita la figura histórica de Cristóbal Colón es tan grande que desborda el ámbito académico –el de los profesionales de la historia–, atrayendo a ensayistas y escritores de todo tipo. La clave se encuentra en el carácter mítico del personaje, basado no sólo en la trascendencia de su descubrimiento, sino también y en buena medida, en los vacíos e incógnitas de su biografía.
Dos cuestiones esencialmente han dado lugar a las construcciones e interpretaciones más peregrinas: su lugar de nacimiento y el llamado “secreto” que presumiblemente guió sus pasos hasta el Nuevo Mundo. Y aunque es cierto que él mismo contribuyó a oscurecer los datos sobre sus orígenes –muy probablemente porque la humildad de los mismos contrastaba con la posición que había alcanzado y deseaba consolidar para su linaje–, no conviene olvidar que se trata de un personaje del siglo XV, una época aún de escasas referencias documentales. Todo ello ha propiciado los mayores desatinos.

Hace unos años, Felipe Fernández Armesto, autor de uno de los mejores estudios sobre el descubridor de América, se maravillaba del enorme atractivo de Colón entre “los chiflados”, hasta el punto de que si se “ofreciera un premio a la teoría más estúpida sobre Colón, el concurso sería muy reñido”. Pero como indicaba también dicho autor, el daño a los lectores atraídos por el personaje podía venir también de “los numerosos aficionados bienintencionados” que han escrito su vida, generalmente abstrayendo al protagonista de su contexto, con el efecto perverso de proyectar la imagen de un Colón “por delante de su época, inaccesible a una imaginación disciplinada por el respeto de las fuentes y por el conocimiento del periodo”.

Al igual que en 1992 al cumplirse los 500 años del descubrimiento de América, la ocasión del V centenario de la muerte del Almirante –el 20 de mayo– está dando lugar a una intensificación de las publicaciones sobre él, aunque no hay entre ellas ninguna aportación importante. En los últimos años no se han localizado documentos que permitan abordar nuevas perspectivas, por lo que, tras los estudios de los principales colombinistas del XX (Verlinden, Heers, Taviani, Ballesteros, Morales Padrón, Manzano, Rumeu de Armas, Demetrio Ramos, Pérez de Tudela, Juan Gil, Consuelo Varela,...) las dos mejores síntesis con las que contamos siguen siendo las que publicaron Consuelo Varela (Cristóbal Colón: retrato de un hombre. Alianza, 1992, 224 pp., 11’50 e.) y Fernández Armesto (Crítica, 1992, 272 pp., 20’50 e.)

El trabajo de los historiadores, no obstante, continúa, y la mejor prueba de ello son los estudios académicos que se publican, una muestra de los cuales son las dos mono-grafías de Jesús Varela Marcos, dedicadas respectivamente a La cartografía colombina y a una nueva edición del Diario del primer viaje de Cristóbal Colón (junto a José Manuel Fradejas Rueda), ambas de 2006 y editadas por la Diputación y el Ayuntamiento de Valladolid.

Los estudios académicos y las síntesis de calidad constituyen el primer gran grupo de la bibliografía colombina. Pero, como ya se ha dicho antes, ésta no se queda aquí. Más aún, la mayoría de lo que se nos ofrece procede de sectores ajenos al mundo profesional de los historiadores, lo que puede tener para quien lo lee un efecto parecido al que experimentaríamos, en otros terrenos, si cuando nos duele algo no vamos al médico, o a un abogado para la solución de un problema legal, etc., sustituyéndolos a todos ellos por sendos aficionados. Las numerosas biografías escritas por literatos, ensayistas y periodistas, atraídos por la aludida fascinación del personaje, constituyen el segundo grupo de libros dedicados a Colón. En algún caso se trata de obras clásicas, como la del escritor y ensayista Salvador de Madariaga, Vida del muy magnífico señor don Cristóbal Colón, reeditada en 2005; un trabajo de indudable valor literario y basado ampliamente en las fuentes impresas y la bibliografía, en el que su autor defiende el origen judeoconverso de Colón.

De entre los libros recientes, a dicha tipología responde también la obra de dos periodistas alemanes de “Der Spiegel”: Klaus Brinkbäumer y Clemens Höges, autores de El último viaje de Cristóbal Colón, una aproximación original a la vida de Colón, surgida de un reportaje sobre la investigación del pecio o restos de un barco hundido en la costa panameña, que viene avalada por un prólogo de Consuelo Varela.

Intercalando entrevistas con diversos historiadores y expertos, en una crónica periodística en la que se mezclan el pasado y el presente, sus autores repasan las numerosas cuestiones relacionadas con la vida y los hechos del Almirante, con el resultado de un libro ameno, aunque no exento de anacronismos e inexactitudes históricas.

Un tercer grupo de obras sobre Colón estaría constituido por la novela histórica. En este caso no se trata propiamente de historia, pues la novela histórica es un género en sí mismo, en el que –a diferencia de aquélla– la fabulación no solo es lícita, sino imprescindible, y a la que desde el punto de vista histórico lo único exigible es el conocimiento de las coordenadas de la época, personajes y hechos a los que se refiere. De otro modo sería pura ficción o creación literaria.

Al género de la novela histórica pertenece el libro del periodista Luis Melero, Colón. El impostor, un libro que, por dicha condición, no me corresponde a mí juzgar. Sí quiero, sin embargo, hacer algunas consideraciones sobre la incitación al misterio que subyace a toda esta producción, más aún tras el éxito desbordante de obras como El Código Da Vinci. El libro de Melero se presenta, en la cubierta, con un interrogante sospechoso: ¿Nos han ocultado durante 500 años la verdad sobre El Descubridor? Un guiño al público que trata de echar las redes en el riquísimo caladero de lo esotérico, el misterio y el secreto, senda en la que insisten los títulos de algunos de los capítulos, en los que encontramos palabras como enigma, secretos, oscuros propósitos, ardid, invenciones, etc. Pero donde el misterio llega al límite, convirtiéndose en la trama exclusiva del relato es en el cuarto tipo de libros dedicados a Colón: los que le inventan extraños orígenes geográficos y familiares, los que le relacionan con supuestos secretos judaicos o de los templarios; en fin, los que convierten su vida y su aventura descubridora en un permanente misterio que ha tratado de ocultarse de forma deliberada.

No perderé el tiempo con ellos. Sin duda alguna, la figura de Colón continuará atrayendo a todo tipo de autores, lo que habrá de incrementar la bibliografía disponible. Esperemos que sea en beneficio del saber histórico y que la investigación paciente localice fuentes no exploradas que permitan ampliar nuestros conocimientos sobre el Descubridor. Por el momento, sin embargo, sabemos lo suficiente como para alejar todo misterio. Por muy sorprendentes que pudieran parecer a primera vista, tanto el personaje de Colón como la empresa del Descubrimiento se explican plenamente a partir de las coordenadas, los conocimientos geográficos y las técnicas de navegación de finales del siglo XV.

Luis RIBOT. El Cultural, España
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