Con el estómago lleno
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Por Ana Muñoz
Mil millones de personas en el mundo son obesos o sufren sobrepeso. Casi el mismo número de personas que mueren cada año debido al hambre. En un país como España, cada persona gasta una media de 1.880 euros al año en comida. En 1986, esa cifra era poco más de 700 euros. Sin embargo, este incremento no significa que se coma mejor. La mayoría de los expertos en nutrición opinan que no sólo comemos más de lo que nuestro cuerpo necesita sino que comemos peor. Somos víctimas de lo que algunos llaman "alimentación de nuevos ricos".
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La población de los países del Norte está expuesta a un exceso de ingestión de energía, sobre todo en forma de hidratos de carbono de asimilación rápida (pan, arroz, cereales, patatas…) y de grasas saturadas que provienen de la bollería industrial o de comida preparada. La dieta de los países ricos ha dejado a un lado los alimentos frescos, las verduras o las legumbres. Algunos estudios confirman que el consumo de alimentos preparados ha aumentado cerca del 10% y el de refrescos un 25%. Aunque es la compra de agua mineral lo que más crece. Tan sólo en la Unión Europea se bebieron más de 50 mil millones de litros de agua embotellada durante el año 2006. Y todo ello, cuando los europeos cuentan con una red segura de agua potable. Mientras, más de mil millones de personas en el mundo no cuentan con acceso a un agua apta para el consumo y la mayoría de las camas de hospitales en el mundo están ocupadas por personas con enfermedades que tienen que ver con la falta de acceso al agua y a la higiene.
La población de los países del Norte está expuesta a un exceso de ingestión de energía, sobre todo en forma de hidratos de carbono de asimilación rápida (pan, arroz, cereales, patatas…) y de grasas saturadas que provienen de la bollería industrial o de comida preparada. La dieta de los países ricos ha dejado a un lado los alimentos frescos, las verduras o las legumbres. Algunos estudios confirman que el consumo de alimentos preparados ha aumentado cerca del 10% y el de refrescos un 25%. Aunque es la compra de agua mineral lo que más crece. Tan sólo en la Unión Europea se bebieron más de 50 mil millones de litros de agua embotellada durante el año 2006. Y todo ello, cuando los europeos cuentan con una red segura de agua potable. Mientras, más de mil millones de personas en el mundo no cuentan con acceso a un agua apta para el consumo y la mayoría de las camas de hospitales en el mundo están ocupadas por personas con enfermedades que tienen que ver con la falta de acceso al agua y a la higiene.
No sólo cambian los hábitos de consumo, también el lugar dónde se realiza la compra. Mientras en países como España, hace 20 años, se compraba en pequeños comercios de barrio; hoy, el 70% de los españoles llenan su cesta de la compra en grandes superficies donde puedes hacer la compra, ir al cine, comer en un fast food y hacerte con el último modelo de pantalón de Levi's. Todo sin necesidad de moverte.
La falta de movimiento y de ejercicio es otra de las características de aquellos que tienen el "estómago lleno". Durante la evolución, el hombre tenía que moverse o trabajar para conseguir alimentos. Hoy, las sociedades de la opulencia la forman personas que van en coche y se sientan delante del ordenador en la oficina o del televisor cuando llegan a casa. Y lo mismo ocurre con los más pequeños. Los niños de las grandes ciudades del Norte ya no juegan a la pelota o a correr. Son niños sedentarios y, en algunos casos, obesos con grandes problemas psicológicos y de relación con otros niños.
El gasto sanitario que los Estados tendrán que realizar en el futuro para aliviar los efectos de la obesidad aún no se puede cuantificar, pero será escandaloso. La diabetes, por ejemplo, la padecen en la actualidad un 4% de la población y consume el 10% de los recursos sanitarios. Desde organizaciones sanitarias se advierte de que si las cosas no cambian, en el año 2025 habrá 300 millones de personas que padezcan diabetes asociada a la obesidad y al sedentarismo. A ello habrá que sumar los problemas coronarios, respiratorios o la incapacidad laboral.
Los "estómagos llenos" tienen toda una serie de necesidades creadas, en gran medida, por la publicidad: productos que mejoran el colesterol, que ayudan a regular en tránsito intestinal, otros que ayudan al sistema inmunológico o los miles de productos bajos en calorías. Sin embargo, la receta para llevar una vida sana es sencilla: una dieta equilibrada, donde haya proteínas, hidratos y verduras; mantenerse hidratado; y hacer un poco de ejercicio.
El metabolismo de nuestro cuerpo no se ha adaptado tan rápido a los cambios industriales y tecnológicos. De ahí, estas "nuevas" enfermedades crónicas; y otras, que aparecerán si no se pone remedio.
Pero quizá la más grave es la de la ética de la justicia y de la solidaridad. Somos la primera generación que puede acabar con el hambre y, sin embargo, unos pocos privilegiados devoran el planeta.
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Ana Muñoz
Periodista
ccs@solidarios.org.es
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