"Supervivencia", poemas de Michel Houellebecq
El cultural/Madrid
Antes de convertirse en el temible provocador que hoy es, Michel Houellebecq fue poeta. Un poeta implacable, tragicómico y desgarrado, que quería, ante todo, Golpear donde más duela y que apostaba por "Ir hasta el fondo de la ausencia de amor. Cultivar el odio a uno mismo. Odio a uno mismo, desprecio por los demás. Odio a los demás, desprecio por uno mismo". Ahora la pequeña editorial Acuarela reúne en Supervivencia sus poemas inéditos en España, en versión de Altair Diez, de los que El Cultural ofrece hoy una selección de los mejores, desolados y feroces.
Antes de convertirse en el temible provocador que hoy es, Michel Houellebecq fue poeta. Un poeta implacable, tragicómico y desgarrado, que quería, ante todo, Golpear donde más duela y que apostaba por "Ir hasta el fondo de la ausencia de amor. Cultivar el odio a uno mismo. Odio a uno mismo, desprecio por los demás. Odio a los demás, desprecio por uno mismo". Ahora la pequeña editorial Acuarela reúne en Supervivencia sus poemas inéditos en España, en versión de Altair Diez, de los que El Cultural ofrece hoy una selección de los mejores, desolados y feroces.
Teniendo en cuenta las características de la época...
Teniendo en cuenta las características de la época moderna, el amor ya casi no puede manifestarse; pero el ideal del amor no ha disminuido. Al estar fundamentalmente situado, como todo ideal, fuera del tiempo, no puede disminuir ni desaparecer. De donde se sigue una dicotomía ideal-real particularmente llamativa, una fuente de sufrimiento especialmente fecunda.
Los años de la adolescencia son importantes. Una vez que hayáis desarrollado un concepto del amor lo bastante ideal, noble y perfecto, estáis jodidos. En adelante, nada podrá satisfaceros. Si no frecuentáis a ninguna mujer (por timidez, fealdad o cualquier otra razón), leed revistas femeninas. Sentiréis un sufrimiento casi equivalente.
El mundo es un sufrimiento desplegado...
E l mundo es un sufrimiento desplegado. En su origen, hay un nudo de sufrimiento. Toda existencia es una expansión, y un aplastamiento. Todas las cosas sufren, hasta que son. La nada vibra de dolor, hasta que llega al ser: en un abyecto paroxismo. Los seres se diversifican y se hacen más complejos, sin perder nada de su naturaleza primera. A partir de un determinado nivel de conciencia, se produce el grito. La poesía deriva de él. El lenguaje articulado, también. El primer paso de la trayectoria poética consiste en remontarse al origen. A saber: al sufrimiento.
Las modalidades del sufrimiento son importantes, pero no esenciales. Todo sufrimiento es bueno; todo sufrimiento es útil; todo sufrimiento da sus frutos; todo sufrimiento es un universo. Henri tiene un año. Yace en el suelo, con los pañales sucios. Berrea. Su madre va de un lado para otro haciendo sonar sus tacones sobre el mosaico de la habitación, mientras busca el sostén y la falda. Tiene prisa por acudir a su cita nocturna. Esa cosita cubierta de mierda, que se agita sobre las baldosas, la exaspera. Se pone a gritar ella también. Henri berrea más todavía. Entonces, se va. Henri ha empezado con buen pie su carrera como poeta. [...]
Mundo exterior
Hay algo muerto en el fondo de mí,
Una vaga necrosis una ausencia de alegría
Transporto conmigo una parcela de invierno,
En mitad de París vivo como en el desierto.
Durante el día salgo a comprar cervezas,
En el supermercado hay algunos ancianos
Evito con facilidad su ausencia de mirada
Y no tengo ninguna gana de hablar con las cajeras.
No guardo rencor a quien me encontró malsano,
Siempre tuve el don de romper el clima
No puedo compartir más que vagos sufrimientos,
Lamentos, fracasos, una experiencia del vacío.
Nada interrumpe jamás el sueño solitario Que me hace las veces de vida y de destino probable,
Según los médicos soy yo el único culpable.
La verdad, me avergüenzo un poco, y debería callarme;Observo tristemente cómo se escurren las horas,
Las estaciones se suceden en el mundo exterior.
* * *
Ya no tengo el valor de mirarme al espejo.
A veces me río un poco, me hago muecas;
No dura mucho. Me repugnan mis cejas.
Me arranco una porción; se me hacen costras.
Por la tarde oigo volver a la vecina de enfrente; Se me encoge el corazón, me quedo quieto donde estoy.
Nunca he llegado a verla, puesto que soy muy hábil,
Me convierto en un pelele sardónico y dócil.
La noche tranquilamente se insinúa en el patio,
Detrás de mis cristales, contemplo a la planta. Estoy realmente contento de haber conocido el amor,
Me he destrozado por una cosa viviente.
Ayer al alba quemé unas fotografías;
Fue un placer nuevo, aunque realmente fugaz.
Me planteé incluso escuchar la radio: La música hace daño y los discursos irritan.
Ya no me indigna el silencio de las cosas,
Sólo hablan a aquéllos que viven entre ellas;
Hay algunos seres humanos, sus caras son tan rosas,
Que parecen bebés. Ficción emocional.
* * *
Atravieso la ciudad donde la noche se abandona
Y calculo mis posibilidades de llegar a la mañana
El aire recalentado se enrolla como una sábana de raso
En la escalera desierta, mis suelas resuenan.
Subo para encontrarme el clásico canapé
En el que sin dormir espero, acurrucado entre almohadas,
La claridad algo sucia, imprecisa, de la mañana,
La hora del reencuentro con los gestos automáticos;
La jornada cansada y los ojos que duelen, Los tres tazones de café y el corazón que palpita,
El ponerte una ropa cuyo contacto irrita
La piel medio dormida, los titulares del diario,
Los humanos que se cruzan en el metro de Inválidos,
Los muslos de las secretarias, la risa de los técnicos, Las miradas que se lanzan, tal que una pelea de perros,
Los movimientos que hacen alrededor de un centro vacío.
¡Han latido ya tantos corazones...!
¡Han latido ya tantos corazones sobre la tierra!
Y los pequeños enseres replegados en sus armarios
Narran la siniestra y lamentable historia
De aquellos que en este mundo no encontraron amor.
La vajilla individual de los viejos solteros,
Los cubiertos mellados de la viuda de guerra, ¡Dios santo! Y los pañuelos de las señoritas viejas
El contenido de los armarios, ¡qué cruel es la vida!
Las cosas ordenaditas y la vida vacía
Y comprar, por la tarde, los restos del colmado
La tele puesta para no mirarla, comer sin apetito, Y, por fin, la enfermedad, que lo hace todo más sórdido,Y el cansado cuerpo que se deshace en la tierra,
Ese cuerpo sin amor que se apaga sin misterio.
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