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13.5.07

El festival de Cannes cumple 60 años

Giles Jacob




Cannes cumple los 60
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"La palabra Festival está deshonrada. Hay una abundancia ridícula"
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Con motivo del aniversario del Festival de Cannes, su presidente, Gilles Jacob, accedió a hablar con El Cultural en una de sus escasas entrevistas. Jacob se muestra orgulloso del trabajo hecho, aunque advierte sobre la necesidad de estar alerta y desmiente que el certamen haya ninguneado al cine español. Además, el crítico Sergi Sánchez analiza las películas seleccionadas, donde brillan grandes nombres como Quentin Tarantino, Emir Kusturica o Wang Kar Wai. Y el analista Mike Goodridge nos da su impresión tras 14 años visitando Cannes.
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Gilles Jacob es una de las personas más poderosas del cine mundial. Un gesto suyo puede hundir a los cineastas más prestigiosos, lo mismo que puede elevar a los altares a desconocidos.
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Al mando del Festival de Cannes desde 1978, cuando fue nombrado delegado general, ocupa la presidencia desde 2000. Discreto e hiperactivo, Jacob ha sido el gran modernizador al crear premios como Cámara de Oro (consagrado a la mejor ópera prima), la sección "Todos los cines del mundo" o "Cinéfondation", por la que jóvenes cineastas reciben ayuda para poner en marcha sus primeros proyectos.
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También ha sido el gran impulsor del mercado de Cannes, el más importante del mundo. La entrevista se realiza pocos días antes de que se anuncie el programa del 60 aniversario. Quentin Tarantino, David Fincher, Wong Kar Wai o Emir Kusturica estarán en la Costa Azul con sus últimos trabajos. Como es habitual, la presencia española será escasa y sólo en secciones paralelas.
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Entre los fastos, Jacob se siente especialmente orgulloso de la película A chacun son cinéma, en la que han participado 35 grandes cineastas como David Cronenberg, David Lynch o Lars Von Trier con piezas rodadas para la ocasión.
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–¿Con qué salud cree que el Festival llega a su 60 aniversario?
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–En buena forma. Pero Cannes tiene que vigilar su medida para no correr el riesgo de sobrecargarse de acontecimientos suplementarios, o que haya demasiados visitantes, demasiadas películas... demasiado de todo. Por este motivo nos hemos puesto como objetivo en esta edición mantenernos en los límites de la talla humana. Eso no quiere decir que los amateurs del buen cine deban apretarse la cintura, todo lo contrario, pero las películas por delante de todo. Para honrar a los artistas, hemos decidido celebrar la creación con una... creación. Una película de dos horas construida a partir de fragmentos de 35 grandes cineastas internacionales: A chacun son cinéma.
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–En España tenemos la sensación de que en Cannes no se nos presta mucha atención. ¿Está de acuerdo?
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–El problema es que las películas españolas se nos muestran muy tarde, porque están terminadas a deshora, y en ese momento casi no nos queda sitio en el programa. En la selección hay un concurso antes del concurso. Aprovecho para decir, que entre muchos otros, hay un director de cine español que admiro enormemente y es Víctor Erice: espero que prepare alguna cosa para el año que viene. ¡E Isabel Coixet y Amenábar también!
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–Se tiene la impresión que cada vez hay más festivales. ¿El contexto es cada vez más competitivo?
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–La palabra Festival está deshonrada. Es una pena que no se reserve para manifestaciones que apliquen un cierto número de criterios muy precisos que deberían respetar so pena de perder esa categoría. Al contrario de lo que pareció en un determinado momento, la proliferación ha devenido hoy en una abundancia ridícula y contraproducente. Cada ciudad de mediana importancia quiere hoy su Festival, sobre todo por razones turísticas. Hace tiempo que lancé la fórmula: hay muchísimos más certámenes que buenos filmes disponibles. No ha perdido nada de su actualidad ni de su cruel realidad.




Morir de glamour
Se critica que las estrellas de Hollywood tienen demasiada presencia en Cannes...
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–Las estrellas y el glamour son necesarios para los medios de comunicación, pero también son importantes para el público, que abarrota los alrededores del Palacio porque tienen necesidad de soñar. Y yo creo en la virtud de soñar siempre que después uno sepa despertarse. Las estrellas de Hollywood son los artistas más populares del planeta, aunque muchas veces vengan de otros países que no sean Estados Unidos y trabajen para su industria, que es la más pujante cinematográficamente hablando.
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–¿Qué es lo más difícil de su trabajo como presidente?
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–No dormir lo suficiente durante los doce días que dura la manifestación. Comer demasiado durante doce días. Mantenerme en calma y sonriendo todo ese período. Subir las escaleras a pie porque no tengo ni tiempo de hacerlo en ascensor. No poder consagrarme a la reflexión sobre lo que está sucediendo. Terminar A Chacun son cinéma a tiempo...
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–¿Qué sorpresas podemos esperar para el 60 aniversario?
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–La sorpresa será el gran número de grandes realizadores convocados. Les debemos nuestra fidelidad, nuestro afecto y nuestro reconocimiento. Para empezar los directores de Chacun son cinéma son 35, y 32 ya han anunciado su llegada. Todos ellos serán honrados en el Palacio del Festival, el día 20 de mayo. Espero que esa sea una ceremonia memorable.
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–¿Cree que estamos en un buen momento cinematográfico?
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–No estamos atravesando una edad de oro como las del pasado, sobre todo en Estados Unidos (aunque ese país haya tenido un buen 2006). La razón es la crisis de la curiosidad del espectador mundial,



El Festival de los dioses
El crítico Mike Goodridge nos da su impresión tras 14 años visitando Cannes
Ningún festival del mundo puede generar tanta excitación como Cannes. Olvídense de Berlín, Venecia y Toronto. Olvídense de Londres, San Sebastián y Sundance. Algo sucede a los miles de periodistas, cineastas y miembros de la industria que vuelan al aeropuerto de Niza en la segunda semana de mayo.
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Algo se transforma en ellos cuando realizan ese corto trayecto de media hora en coche que los conduce a esa pequeña ciudad de la Costa Azul que se ha convertido en sinónimo de su Festival cinematográfico. Inmediatamente afectados por el amor francés al cine, todos se convierten en cinéfilos, hablando sin parar con genuino entusiasmo sobre el nuevo Loach, el nuevo Kitano o el nuevo Lynch.
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Las películas jamás son referidas por su título, sino que, en la auténtica tradición autoral, por los nombres de sus directores. "Has visto "el" Almodóvar?", la gente pregunta ansiosamente. "¿Cómo fue "el" Sokurov?", añaden expectantes. Durante diez días, personas que normalmente no comprarían una entrada para ver una película de Hou Hsiao Hsien se pelean por los tickets para ver su última obra: "el Hou".
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Los críticos más importantes del mundo, acostumbrados a ser tratados como reyes en sus países , esperan pacientemente largas colas para entrar en el Palacio y asistir a las primeras "séances" mundiales para la prensa, normalmente a las 8.30 de la mañana. Muchos aún arrastran resacas por la ronda de fiestas de la noche anterior, pero hay en juego mucho más que hacer que su trabajo valga la pena en el hecho de perderse la que quizás es la obra maestra de ese año.
La revista para la que trabajo, Screen International, edita un número diario durante el Festival y su páginas más populares son, con diferencia, las que recogen in situ las reacciones de diez renombrados críticos internacionales.
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A medida que el concurso avanza, ese jurado paralelo da una indicación sobre qué películas son buenas y cuáles decepcionantes. Distribuidores y ejecutivos, cineastas y el personal del Festival utilizan ese baremo para pulsar la acogida del programa y la calidad del certamen en sí misma. Se produce ese pequeño milagro en el cual los críticos mandan. Esa lista con las mejor valoradas suele predecir por dónde irán los premios, aunque lo que los críticos aman –Volver fue la preferida por los expertos el año pasado; Caché el anterior y ninguna de las dos se llevó la Palma de Oro– muchas veces fracasa a la hora de coincidir con el Jurado, compuesto por actores y cineastas.
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Este año se conmemora la 60 edición del Festival. Un póster con estrellas como Almodóvar, Penélope Cruz o Bruce Willis volando por los aires o una película, A chacun son cinéma, que es también un canon de los directores que importan.
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La sección a competición puede leerse como una clásica reproducción de autores que regresan a Cannes tras haber sido siempre apoyados por el mismo. Allí están los hermanos Coen, Wong Kar-wai, Gus Van Sant o Béla Tarr. Nuevos autores como Andrey Zvyagitsev, Fatih Akin o Carlos Reygadas se les unen. Este año iré a Cannes por decimoquinta vez y aunque nunca es fácil –entre la sobrecarga de trabajo, los horarios de las proyecciones y el consumo de vino rosado de la región Bandol, es un asunto agotador– lo sigo viendo como un evento lleno de excitación y también algo milagroso.
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Sigo sintiendo un hormigueo en el espinazo cuando el logo del Festival aparece en pantalla antes de cada proyección en la Sala Lumière del Palacio. Una animación presenta unas escaleras que son barridas a medida que avanzan hacia una brillante y suspendida Palma de Oro en lo alto, acompañada de la extraordinaria música de Saint-Saëns Le Carnaval des animaux. Para ver esta introducción, he subido las verdaderas escaleras del Palais (los franceses dicen "monter les marches", "subir los escalones", todo un ritual) para sentarme con las primeras audiencias que jamás verían El Piano (1993), Pulp Fiction (1994), Rompiendo las olas (1996), Tigre y dragón (2000), Mullholland Drive (2001) o El laberinto del fauno (2006).
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Es un privilegio que nunca doy por sentado. La triste realidad es que esta fiebre por el arte global del cine que le entra a la industria normalmente termina con la ceremonia del palmarés al final del Festival. En la ciudad en la que habito, Los Angeles, ganadores del año pasado como El viento que agita la cebada (Ken Loach), Red Road (Andrea Arnold) o Días de gloria (Rachid Bouchareb) sólo tuvieron pequeños lanzamientos.
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Otras películas de Cannes del año pasado como Flanders (Bruno Dumont), Crónica de una fuga (Adrián Caetano) o Summer Palace (Ye Lou) ni siquiera se han estrenado en Estados Unidos. Siempre resulta irónico cuando paso al lado de un cine en el que proyectan alguna película vista en el Festival y me doy cuenta de la apatía de la gente.
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Porque entonces me acuerdo que sólo unos meses antes ese mismo filme fue recibido como una "nueva sensación cinemática". Por eso Cannes siempre será el primer Festival de estrenos del mundo. Porque es probablemente el único acontecimiento cinematográfico que nos queda en el que los cineastas visionarios son tratados como grandes estrellas, donde son celebrados por su arte y aclamados como dioses.
Mike GOODRIDGE
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