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21.2.07

Forest Whitaker: "EL ULTIMO REY DE ESCOCIA"

Forest Whitaker

El actor presenta en Madrid su colosal interpretación de Idi Amin Dadá, el cruel dictador de Uganda en los 70.

«Occidente, en su afán por controlarlo todo, hizo destrozos en Africa», dice Whitaker, y añade: «Leopoldo de Bélgica fue peor que Idi Amin»



Forest Whitaker acerca la historia de Uganda

El actor presenta en Madrid 'El último rey de Escocia', película por la que opta al Oscar a Mejor Actor
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El rostro del sanguinario

"Me ha cambiado la vida", dice Forest Whitaker de su interpretación del tirano Idi Amín
ROCÍO GARCÍA - Madrid - 21/02/2007

Ojos inyectados, la piel negra siempre sudorosa, una sonrisa infantil pero tenebrosa. Toda la crueldad y complejidad del dictador ugandés Idi Amín, un sanguinario que acabó con la vida de 300.000 ugandeses entre 1971 y 1979. En su delirio sádico mandó asesinar y cuartear el cuerpo de una de sus mujeres. Son ejemplos de la personalidad de un sátrapa que hizo época y que ahora adquiere rostro en el cine: el del actor norteamericano Forest Whitaker, protagonista en El último rey de Escocia. Con un dato añadido: es el gran favorito para conquistar el Oscar.

"He visto de lo que son capaces los seres humanos, pero eso para un actor es una oportunidad única", afirma Whitaker

"Me siento más fuerte como actor, pero también he experimentado una profunda conexión con la gente, con mis antepasados"

Metabolizar a Idi Amín Dadá no fue sencillo. Whitaker engordó 24 kilos, cambió sus andares para convertirlos en pesarosos y temidos y consiguió que su mirada proyectara a la vez brutalidad, humor y confusión. Fueron horas y horas delante de las imágenes reales del dictador. Todo para trasladar al cine la vida del dictador en El último rey de Escocia. El filme, dirigido por Kevin Macdonald, es la historia de Idi Amín, contada a través de la mirada de un joven médico escocés (James McAvoy) que pasó de la admiración por el político ugandés, soldado y golpista, a darse de bruces con la cruda realidad de un asesino loco.

El último rey de Escocia está inspirada en la novela del mismo título escrita por el británico Giles Foden. Los hechos reales se mezclan con episodios de ficción, pero todos bajo el prisma de la realidad. La figura del joven médico está basada en las experiencias de varios occidentales, británicos en su mayoría, cercanos al dictador. El filme no obvia la contribución del Imperio Británico a la creación de un tirano, al que luego se enfrentó y abandonó a su suerte, rompiendo incluso relaciones diplomáticas. Idi Amín fue derrocado en 1979 y se exilió a Arabia Saudí, donde murió en 2003.

Es un hombre diferente. No solo es cuestión del peso. Forest Whitaker (Texas, Estados Unidos, 1961) confiesa que esta película le ha cambiado la vida. "Me han pasado tantas cosas. De verdad que me ha cambiado la vida. Me siento más fuerte como actor, pero también he experimentado una profunda conexión con la gente, con la humanidad, con mis antepasados".

Viajó a África, continente que visitaba por vez primera, para el rodaje de esta película en Uganda. Allí conoció a políticos, ciudadanos, admiradores y detractores de Idi Amín. Y se encontró con un hombre complejo, al que intentó comprender y buscar aspectos positivos. Habló con mucha gente, rebuscó en su infancia para poder entender sus motivaciones. "He visto de lo que son capaces los seres humanos, pero eso para un actor es una oportunidad única", explicaba ayer un sonriente y amable Withaker, actor prolífico con papeles en películas como La habitación del pánico, Juego de lágrimas, Smoke o Bird.

Es consciente del peligro de interpretar a un hombre complejo por su brutalidad, pero capaz de producir adhesiones insospechadas, como suele suceder con los líderes populistas. "Lo más difícil fue hacer humano a un dictador". La solución fue la de adoptar el personaje desde el punto de vista de la gente de Uganda, -"con una opinión tan diferente a la que tenemos los occidentales"-. "Es una dualidad muy positiva, en Uganda están todavía muy orgullosos de algunas de las cosas que hizo, carreteras, edificios, le admiran todavía por la expulsión de los extranjeros, fue el único líder africano que se atrevió a hacerlo", asegura el actor en un intento de comprender a este loco visionario, nacido en 1925 y convertido al Islam con 21 años.

Fue entonces cuando Idi Amín se alistó al regimiento británico (Rifles Africanos del Rey), donde inició una próspera carrera. Es ahí, en su vida de soldado, donde Whitaker cree que está una de las claves del hombre que se hizo con el poder tras derrocar a Milton Obote. "No supo convertirse en un político, fue siempre un soldado que no estaba preparado para ejercer el poder. Cometió todas las arbitrariedades del mundo. Siempre se comportó como un militar, un soldado, nunca supo ser un político".

De un ser sociable, con grandes amigos, y un círculo social interesante, deportista y con buen humor, que se llevaba su acordeón a todas partes, Idi Amín se convirtió en un paranoico, aislado en el poder, que se enfrentó incluso a sus propios soldados, que lucharon junto a él. "Fueron los propios británicos quienes le impulsaron al poder", resalta Whitaker, en un intento de repartir responsabilidades ante tantas atrocidades vividas en Uganda durante los años de Idi Amín.

Whitaker llegó ayer a Madrid desde Uganda, donde el pasado domingo se estrenó la película en medio de un clamor popular. Asistieron los presidentes de Uganda y Tanzania, además de militares, políticos y ciudadanos. "El presidente de Uganda me dijo que, en el futuro, cuando le pregunten por los años de Idi Amín, recomendará ver esta película", recordaba este actor que, después de ganar el Globo de Oro, parte como favorito el próximo domingo para el Oscar al mejor actor. Sus contrincantes: Leonardo di Caprio ( Diamante de sangre), Peter O'Toole (Venus), Will Smith (En busca de la felicidad) y Ryan Gosling (Half Nelson).

Idi Amin, un aprendiz de Hitler

CÉSAR VIDAL
AGENCIAS- Madrid-20.02.07
Idi Amin decidió implantar en Uganda un régimen que combinara los principios del sagrado Corán con una visión izquierdista y profundamente antioccidental.
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El resultado fue la creación de una de las peores dictaduras del siglo XX, en la que, paradójicamente, sus propias esposas experimentaron sufrimientos reales que dejaron de manifiesto que, en ocasiones, las primeras víctimas de un tirano son las mujeres que se encuentran cerca de él y sus propios descendientes.

Uganda era aún colonia británica cuando un oficial blanco descubrió que uno de sus soldados había alojado a dos mujeres en su acuartelamiento.
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Como el reglamento sólo permitía tener una esposa, el oficial inquirió a su subordinado sobre las causas de aquella irregularidad. La respuesta fue indicar que no había quebrantado ninguna norma porque si la primera era su mujer legal, la segunda era su dada, es decir, su hermana mayor en lengua suajili. Fue así como aquel personaje recibió el apodo de Dada, que unió a su nombre de Idi Amin.

Nacido en Koboko (1925), en una familia musulmana de la tribu kakwa, la vida de Amin iba a girar en torno a los extremos que aparecen dibujados en la anécdota anterior: la violencia, la manipulación de la verdad y el sexo promiscuo . En 1946, se alistó en los Rifles africanos del Rey, una unidad colonial del ejército británico cuyo cuartel se hallaba en Langata, cerca de Nairobi.
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La elevada estatura de Amin (casi 1,90 metros) y su corpulencia le hicieron destacar entre los demás reclutas. Al servicio de los británicos en Somalia, norte de Uganda y Kenia, Amin demostró ser un soldado despiadado muy útil para intervenir en conflictos como la represión de la revuelta de los Mau-Mau. Pero no brillaba por su inteligencia y durante los años 50 fue la razón de que no pudiera pasar el examen para ascender a sargento.

En esa época, sus superiores británicos estuvieron a punto de llevarle ante un consejo de guerra por las atrocidades que había cometido acostumbraba a introducir pañuelos en las gargantas de los detenidos o a amenazarles con la amputación del pene, aunque el proceso de descolonización lo impidió.
Motines

La independencia de Uganda facilitó su ascenso. De la noche a la mañana se convirtió en mayor de un ejército ugandés formado por un millar de soldados y una treintena de oficiales británicos. En 1964, se produjo una revuelta en Zanzíbar que causó motines en los ejércitos keniano, tanzano y ugandés. Amin exigió la salida de los oficiales británicos y la subida de sueldo de los militares.
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El Gobierno de Uganda, presidido por Milton Obote, aceptó las peticiones y ascendió a Amin al grado de teniente coronel. Dos años después, Amin agradeció a Obote el ascenso provocando la caída de la monarquía constitucional ugandesa. La relación, en apariencia buena, ya que Amin se convirtió en comandante en jefe práctico del Ejército, llegó a su fin, cuando derrocó, en enero de 1971, a Obote. Lo que se inició entonces fue una de las dictaduras más espeluznantes del siglo XX.

Por esa época, Idi Amin había tenido, al menos, cuatro esposas, aunque la cantidad real de mujeres siempre fue silenciada por los organismos oficiales ugandeses. Su primera esposa, Kay, fue repudiada para dejar lugar a Marina, su cuarta mujer. Con Sarah la segunda y a la que renombró Mama Mariam contrajo matrimonio en 1961, tras convivir con ella una semana. Después, llegó Nora. Pero de todas se divorció.
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Torturas
Ese final no era el peor que podía acontecerle a cualquiera de las esposas de Amin. En agosto de 1974, Kay fue repudiada, pero ese paso legal no significó el final de sus desgracias. Poco después fue encontrada muerta y desmembrada en el interior de un automóvil. Al parecer, el cadáver había sido previamente introducido en el garaje de un médico para culparle del asesinato. El galeno, temiendo la tortura y la muerte, decidió suicidarse tras quitarles la vida a sus dos hijos.

En 1974, Mama Mariam sufrió un accidente automovilístico. Durante su convalecencia en el hospital, fue visitada por Idi Amin que la reprendió amargamente, achacando el incidente a su vida irresponsable. Ella estaba convencida de que los hombres de Amin habían intentado asesinarla y sabía que la próxima vez no sería tan afortunada. Huyó del país un paso que la salvó de la muerte y se reunió con su hermano Wanume Kibedi, un antiguo ministro de Asuntos Exteriores refugiado en Londres.

Nora, la tercera esposa, fue también repudiada, pero nunca se ha vuelto a saber de ella. Marina, la cuarta, fue objeto de repetidos maltratos por parte del dictador africano. En febrero de 1975, por ejemplo, a causa de una de estas palizas sufrió una fractura de mandíbula. Cinco meses después, Amin tomó una quinta esposa de 19 años, también llamada Sarah.

Sus esposas no fueron las únicas mujeres a las que Amin trató de manera innoble. Una de las maniobras más sucias del régimen fue la de propalar el rumor de que la princesa Elizabeth Bagaya, una diplomática excepcional, había sido sorprendida en el aeropuerto de Orly (Francia) manteniendo relaciones sexuales con "un europeo desconocido". Fue obligada a regresar a Uganda y encarcelada.
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Vástagos
No fue mejor la situación de sus hijos. Tras jactarse de su número de descendientes lo que creía muestra de su virilidad, no parece haber mostrado un especial cariño hacia ellos. Incluso, la costumbre de llevar siempre consigo a uno de sus vástagos más pequeños obedecía a razones prácticas: una hechicera le había advertido de que corría el riesgo de ser asesinado si no lo hacía.

En 1973, Amin implantó la poligamia, a la vez que desataba una campaña directa contra los cristianos del país. Pese a todo, durante algún tiempo fue considerado "políticamente correcto". Su fraseología era izquierdista, se presentaba como un enemigo de Estados Unidos y de Israel y atacaba el colonialismo. No resulta extraño que a inicios de los 70 se le definiera como un "héroe " y que gozara del apoyo de los países árabes y buena parte de los africanos.

En realidad, no pasaba de ser un genocida a imagen y semejanza de Adolf Hitler, uno de sus ídolos reconocidos. Por ejemplo, en 1972, expulsó del país a 70.000 asiáticos. Al año siguiente, mientras colaboraba con el ataque árabe contra Israel en la guerra del Yom Kippur, decretó diversas medidas de carácter antisemita y al menos 300.000 ugandeses fueron asesinados por las fuerzas de Idi Amin.

El país entró en una crisis económica, que no pudieron evitar los petrodólares de las naciones árabes amigas del dictador. En 1979 fue derrocado por una fuerza de invasión procedente de Tanzania, apoyada por disidentes ugandeses.

Consciente de su fracaso, abandonó el país y encontró un refugio dorado en Arabia Saudí, una suerte de la que no pudieron disfrutar sus centenares de miles de víctimas.
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