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21.2.06

POESIA EN GRANADA, NICARAGUA



Por Javier Campos

Por una semana, en febrero, asistí invitado como poeta chileno (el otro fue Marcelo Rioseco) al II Festival Internacional de Poesía en Granada, Nicaragua. Nos reunimos allí ochenta poetas de treinta países del mundo incluida toda América Latina hasta España, Estados Unidos, Irlanda, Alemania, Noruega, Suecia, Rumania, Polonia Groenlandia, Dinamarca, China y China-Taiwan. Este segundo encuentro era en honor al centenario de unos de los grandes poetas nicaragüenses: José Coronel Urtecho.

Algún lector de esta columna se preguntará ¿y para qué realmente sirven los encuentros maratónicos de poesía y estén una semana entera los escritores leyéndose versos unos a otros? Otro pensará ¿y por qué realizar esos encuentros de que al fin de cuentas no sirven para nada y especialmente en un país como Nicaragua donde la pobreza es un 70%, la segunda más alta del hemisferio occidental después de Haití?

A lo mejor puede ser cierto que es mejor realizar congresos más realistas entre los poetas. Congresos donde se hable en cómo solucionar nuestra pobreza, la violencia y la corrupción de tantos países nuestros. Otros de seguro piensan que las declaraciones de los poetas en esos congresos pertenecen a un pasado muy remoto. O son declaraciones de “grupo de damas de un club de té” como escribió recientemente un despistado en una lista en Internet al leer la declaración final que sacó este Festival (nota 1)

Uno de tantos poetas que conocí – que muy remotamente se parece a una dama de un club de té- fue Haroldo Alvarado Tenorio. Destacado poeta colombiano, profesor, editor, traductor del chino, inglés, francés, periodista premiado quien un día en el Festival me dio un sobre con unas revistas -Arquitrave: http://www.arquitrave.com/ - que él edita y un artículo que había publicado en Diciembre de 2005 en la Revista de la Universidad de Antioquia: http://www.editorialudea.com/revistaudea2005.html En su artículo contaba una historia horrenda que le ocurrió a él mismo. Su historia era la historia de una horrorosa violencia cotidiana en Colombia que lo envolvió por casualidad.

Todo empezó cuando unos grupos guerrilleros le robaron una modesta finca en una región rural, a pocos kilómetros de Bogotá. Y de allí comenzó un largo calvario de amenazas y maltratos sin que ninguna ley lo protegiera. También le asesinaron a su compañero con una violencia indescriptible a pocos metros de su finca. Violencia tal si fuera una peste imposible de curar o arrancar de raíz en aquel país. Alvarado vive hoy poco menos que escondido en una parte de Bogotá pues teme que lo asesinen.

Pero allí estaba en Granada el poeta colombiano compartiendo con los 80 poetas. Yo luego de regresar de Granada comencé a conocer verdaderamente su historia en detalle, leyendo tranquilamente en mi propia casa su articulo, pensando en como sería eso de que nadie en un país se haga cargo del maltrato o de que asesinen frente a tus ojos a tu mejor amigo o amiga, a tu amante, a tu esposo o hermano únicamente porque sí. Un lugar donde la violencia está institucionalizada y es tenebrosa.

Pero en esta columna empecé a hablar de aquel congreso de poesía en Granada y me disgregué por las ramas hacia el caso de un poeta colombiano. Es que hay mucha relación con lo que vi en Granada, Nicaragua. Un país que vivió una guerra continua de 10 años durante los 80. Hoy es otro país. No hay la guerra continua ahora aunque sí otros problemas de profundas desigualdades que ha desarrollado particularmente en Nicaragua una globalización salvaje.

Hay sí una democracia que se palpa y se vive aún dentro de esas desigualdades. A veces es difícil que se entienda si no se está en esos países y no únicamente teorizando, desde la izquierda nostálgica e ingenua, desde una hermosa oficina del Primer Mundo o de universidades ricas del Tercer Mundo. Esa libertad de no verse vigilado por agentes de seguridad parados en cada esquina o por comités de defensa de la revolución, ni que a nadie se le obligue seguir a un sólo partido o una única dogmática consigna. Algunos me dijeron, “preferimos una democracia imperfecta ante una dictadura de izquierda como la cubana”. Y los que me dijeron eso eran ex-sandinistas que derrocaron la siniestra tiranía de la familia Somoza en junio de 1979.

Y allí conocí en el Festival a otro poeta. Un poeta cubano quien venía desde Habana pero no tenía pelos en la lengua para ser contestario de un régimen que él considera cayéndose a pedazos y donde hay precariedad por donde se mire. “Pero deseo vivir en Cuba pues es mi país. Es parte de mi ser.” En Granada aquel poeta se sentía libre. “Nadie aquí me vigila por lo que hago ni digo. Ni me para la seguridad porque llevo este aro en la oreja o tengo tatuajes en los brazos o porque camino con un amigo español que anda de visita en Habana. Y eso de sentarte a tomar un café en una mesa fuera de este restaurante hasta que me de la gana. Esa libertad es imposible en mi país.”

Luego conozco a otro poeta de Perú. Quedo impresionado porque habla nueve lenguas, y nos dice que entiende otras cuatro más. Me habla de Perú y de la posibilidad que salga uno llamado Ollanta Humala quien plantea un proyecto racista en su campaña presidencial. Luego hablamos de otro presidente corrupto como Fujimori que Chile lo tiene detenido y en proceso de extradición. Yo le hablo de la nueva presidente Michelle Bechelet y cómo el proceso de globalización en Chile poco tiene que ver como funciona en Nicaragua, México o en América Central.

Un ex-sandinista que tuvo puestos importantes durante los 80 en Nicaragua agrega que el problema en su país ahora es la corrupción y eso es lo que diferencia Nicaragua de otros países como el de Chile por ejemplo. Nos cuenta lo que ya muchos allí sabíamos. El ex-presidente Arnoldo Alemán terminó su mandato robando de la hacienda pública cerca de 100 millones de dólares que puso en su cuenta bancaria. Hoy está preso pero en una mansión de lujo. Cada semana da impresionantes fiestas. Otra persona me dice que se ha gastado más en el juicio a Alemán que en recuperar el dinero que se robó. También que es vergonzoso como las elites se encierran con los enviados de Washington a decidir por Nicaragua.

Saludo a Ernesto Cardenal a Gioconda Belli a Nicasio Urbina. También a los poetas organizadores del festival quienes nos reciben con una inmensa cordialidad: Francisco de Asis Fernández y Gloria Gabuarti. No hay en los poetas organizadores ni envidias ni favoritismo ni menos aparecen con propuestas que ponen incómodos a los poetas visitantes. Como ocurrió en Chile/Poesía en 2005 cuando obligaron a los poetas invitados a que participaran en una controversial lectura en la Escuela Militar Bernardo O’Higgins. El poeta Haroldo Alvarado Tenorio, quien fue invitado a Chile/Poesía, me cuenta detalles de lo que la prensa chilena no publicó ni nadie supo. “Allí el organizador montó en furia cuando muchos poetas invitados le dijimos que nosotros no iríamos a leer ni menos apoyar un acto surreal de leerles poemas a lo militares. Además en ese encuentro no asistía nadie. Sillas totalmente vacías”.

Eso fue lo que me impresionó de Granada. Cientos y miles de personas asistían a las lecturas públicas (hubo sí una constante publicidad dos meses antes en la prensa y en canales de la tv). La ayuda vino del Instituto Nicaragüense de Turismo, del Ministerio de Educación Cultura y Deportes, de la Cancillería de la República entre otros. Es decir todo el Festival en Granada fue producto de la colaboración de la iniciativa privada, la cooperación internacional y del gobierno.

Pero la gente de Nicaragua está familiarizada con la poesía desde hace décadas. Es la poesía que se lee en público y no la de salones cerrados, al estilo académico. Allí la poesía andaba por las calle. En cada esquina de la ciudad de Granada hubo lecturas. En los mercados públicos. En las escuelas primarias y secundarias. En hospitales. En ciudades pequeñitas. En sitios universitarios. En los atrios de las iglesias coloniales. Vi gente humilde sentarse a escuchar poesía. Vi a mujeres ancianas, ancianos, jóvenes, vendedores públicos, músicos callejeros, escuchar poesía. Nadie hacia ningún ruido. Nadie abucheaba desde la última fila o del anonimato. Nadie se reía de ningún poema que alguien recitaba o declamaba. Nadie ofendía a nadie con improperios o groserías. Todos escuchaban poesía, muchas veces hasta las nueve de la noche bajo un cielo claro de febrero y una luna redonda en medio de cielo.

Yo pensaba que era el único que creía que en Nicaragua la poesía andaba por la calle y no por las salas académicas. Me lo confirmaron los organizadores de Festivales de Costa Rica y El Salvador. Ellos tampoco habían visto tanto fervor por escuchar poesía. A lo mejor la mayoría de los poetas como Harold, como ese poeta cubano, como el poeta peruano que hablaba nueve lenguas, como los otros 73 poetas más, sentían que en Granada el mundo parecía distinto. De alguna forma era un pueblo que tenía -a pesar de las dificultades económicas de la mayoría- un espacio donde la violencia y la represión no eran pan de cada día.

Tengo más historias de aquel maravilloso Festival. Quizás en otra columna sigo contándolas.


Nota 1. Léase la declaración del II Festival de Granada 2006. http://alvaradotenorio.blogspot.com/

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